La elección del domingo 7 de junio pasado, echó por tierra varios paradigmas.
El primero, que en un escenario de baja votación, el PRI era el principal favorecido. Según datos preliminares de las autoridades electorales, el porcentaje de votación no alcanzará el 50 por ciento del padrón lo que las pondría en una de las jornadas menos concurridas en la historia reciente.
Segundo, que el “voto duro” del PRI sería suficiente para sacar adelante el resultado al considerar que en la escasa votación hay un militante fiel que da la cara por el partido. Pero en Guadalajara hubo un abstencionismo del 54 por ciento y el tricolor no alcanzó ni siquiera a sumar 200 mil votos, su cifra mínima histórica.
Tercero, que Movimiento Ciudadano no tenía estructura como sí la tenía el PRI y por lo mismo no sería capaz de movilizar a toda la fuerza electoral para ganar la elección. El partido naranja sumó más de 300 mil votos y rebasó por más de 20 puntos de porcentaje de votación al PRI.
Cuarto, que el Revolucionario Institucional iba a lo seguro al entregar –con todos los riesgos que eso significaba—el control de municipios o distritos a feudos muy identificados. Pero falló el grupo político que controla Tlaquepaque y El Salto.
La FROC perdió Tlaquepaque y los hermanos Barba Mariscal sus respectivos distritos. El diputado federal con licencia Marco Barba perdió el distrito 13 y Alfredo, alcalde con licencia de San Pedro, perdió el distrito 16 federal, las tres derrotas propinadas por Movimiento Ciudadano.
En el caso de El Salto, la votación es sumamente cerrada y el margen muy pequeño. De rescatar el ayuntamiento, será prácticamente con las uñas pese al supuesto control político de Joel González Díaz.
Quinto, que no siempre los alcaldes “queridos” son garantía de triunfo en la región. Ocurrió con Ramón Demetrio Guerrero, “El Mochilas”, que como candidato de Movimiento Ciudadano a diputado local por el distrito cinco, está sufriendo por sacar adelante la elección.
Con el 94.78 por ciento de las actas computadas según el PREP, tenía el 33.72 por ciento de los votos contra el 31.88 del PRI-Partido Verde y estaba muy cercana la posibilidad de irse a un recuento.
La dolorosa derrota para el Partido Revolucionario Institucional, traerá consecuencias evidentes en la sacudida del gabinete de Aristóteles Sandoval con una andanada de cambios que comienzan a hacerse efectivos.
Pero en el seno del partido, hay un creciente malestar que está a punto de dar al traste con –-otro paradigma— la eterna disciplina priísta y como sucedió en su momento con el PAN, no tardan en levantarse voces reclamando las cabezas de los responsables del descalabro electoral.
También, es notorio el coraje en ese partido porque fueron ignoradas las estructuras y un equipo paralelo operó todas las campañas.
De las lecciones que deja para el tricolor, queda en evidencia que el PRI no puede volver a la fórmula de Chema Sotelo, el viejo cenecista famoso por su frase: “Si el PRI postula a un olote, votamos por el olote”.
En cuanto a Enrique Alfaro, recibió un gran paquete. No sólo tendrá la posibilidad con su partido de gobernar –-desde ahora—a más de la mitad de los jaliscienses, sino que prácticamente le colocan en bandeja de plata el camino hacia la gubernatura.
Tendrá que actuar con inteligencia, prudencia y habilidad, recordando la famosa frase del Tío Ben que recordara a Peter Parker (el hombre araña) que un gran poder, conlleva una gran responsabilidad.
Y gobernar requiere de mesura y saber escuchar, uno de los lados flacos de Enrique Alfaro que, con su estilo arrebatado, en muchas ocasiones termina enredado en sus propias telarañas.