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Por Carlos Martínez Macías
Después de la experiencia de la pandemia del covid 19, pareciera que no hubo aprendizaje porque una nueva alerta sanitaria se asoma en Jalisco y las autoridades una vez más están rebasadas.
Todos los indicadores apuntan a que el dengue podría colapsar la atención hospitalaria de no atenderse de mejor manera los brotes del mosquito transmisor de la enfermedad, que por el momento oficialmente sólo registra cinco víctimas fatales.
Con campañas descafeinadas y carentes de penetración entre la población, con estrategias poco efectivas y una sociedad apática y renuente a comprender la magnitud del problema, es evidente que no se ha entendido a cabalidad los alcances del virus, que ahora vendrá acompañado de los padecimientos invernales como la influenza y el covid 19.
Los casos de dengue, transmitidos por la picadura de la hembra del Aedes Aegypti, han tenido un crecimiento exponencial en este 2024. Mientras que en 2021 hubo 181, en 2022 solo 68 y en 2023 se registraron 941, para este año la cifra casi alcanza los diez mil.
Además, otro referente de preocupación, son el tipo de padecimiento, ya que mientras que en los últimos seis años los signos de alarma eran menores, en este 2024 al menos cuatro de cada diez personas infectadas tienen estos síntomas.
El dengue clásico manifiesta dolor debajo de los ojos, fiebre y malestar general; el dengue con signos de alarma que podría derivar en grave, incluye dolor abdominal intenso y persistente, vómitos, nauseas, escape de líquidos, hemorragias, disminución de plaquetas, entre otros.
La enfermedad que puede llevar a la muerte, implica sangrados internos y externos y el trastorno de que la sangre deje de llegar a varios órganos del cuerpo, lo que significa que la persona entra en shock y debe ser hospitalizado de inmediato.
A fuerza de repetir y repetir las fórmulas de siempre, de evitar acumular recipientes en patios y azoteas, eliminar la maleza, no dejar agua en pilas del lavadero, eliminar agua de objetos tan simples como una corcholata, llantas, botellas, etcétera, convierten a las recomendaciones en un sonsonete que muy pocos atienden.
Ni la experiencia de la pandemia, cuando en el peor momento de ésta la gente seguía eludiendo el cubre bocas, sirvió como ejemplo para comprender que las estrategias deben cambiar de intensidad, de presentación y, sobre todo, con fórmulas diferentes, ingeniosas y apabullantes de modo que tengan mayor efectividad entre la ciudadanía.
Campañas creativas que estén por ejemplo en los medios de comunicación, en camiones, en el tren, en los estadios, en los comercios, en los bares, en el mercado, en los abarrotes, en La Mañanera y en las redes sociales de los gobernantes que suelen compartir hasta apuestas futboleras.
Conozco por ejemplo una familia que tiene en su domicilio un auténtico “enjambre” de mosquitos y que los han reportado sin que de la Secretaría de Salud atiendan el llamado de auxilio.
Aun así, una de las brillantes recomendaciones dice que reporten estos casos para acudir a aplicar dosis de fumigación.
Al menos tres integrantes de esta familia ya han enfermado de dengue. Uno de ellos estuvo hospitalizado.
Por protocolo, me parece que la institución médica que atendió este caso, debió levantar el reporte a la Secretaría de Salud y enviar una unidad a fumigar la zona.
Y a todo esto, ¿cuál es el teléfono donde se reporta un caso de esta naturaleza?
¿Qué tipo de químico pueden comprar las familias para aplicarlo y desaparecer esta plaga? ¿Hay fumigadores además de cucarachas expertos en el Aedes Aegypti?
La amenaza del dengue es real. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, es en América Latina donde se registra la mayor oleada y los países que no estén preparados, sufrirán las consecuencias de una enfermedad que ya no es estacional, sino que está activa durante todo el año.
