Las causas que obligan a estas personas a abandonar sus hogares son diversas, pero en su mayoría están relacionadas con la violencia, la pobreza extrema y los desastres naturales. En 2022, por ejemplo, más de 150,000 hondureños abandonaron su país debido a la violencia de pandillas y la falta de oportunidades económicas. En el mismo año, la situación en Venezuela obligó a más de 100,000 personas a migrar hacia el norte, buscando escapar de la crisis política y económica que asola su país. Estos migrantes atraviesan México en condiciones sumamente precarias, utilizando rutas peligrosas y, en muchos casos, recurriendo a traficantes de personas que los explotan y ponen en riesgo su vida.
El viaje a través de México es especialmente peligroso para las familias con niños. Se estima que más de 30,000 menores de edad cruzaron México en 2023, muchos de ellos expuestos a riesgos como enfermedades, deshidratación y violencia. A medida que se acercan a la frontera norte, estos migrantes suelen formar asentamientos improvisados en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez y Reynosa, donde esperan durante semanas o meses una oportunidad para cruzar a Estados Unidos. En estos cinturones de miseria, se enfrentan a condiciones de vida extremadamente difíciles, sin acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad o atención médica.
Las autoridades de México y Estados Unidos se enfrentan al desafío de gestionar este flujo migratorio sin precedentes. En 2023, más de 1.5 millones de personas intentaron cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, una cifra récord que ha generado tensiones políticas y humanitarias. Mientras tanto, los migrantes continúan llegando, impulsados por la desesperación y la esperanza de encontrar una vida mejor al otro lado de la frontera, aunque la realidad que encuentran a menudo está muy lejos del «sueño americano».