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El Tren Maya y su devorador paso

El Tren Maya, uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se ha convertido en un símbolo tanto de progreso como de controversia en México. Concebido como una obra de infraestructura clave para el desarrollo del sureste del país, el tren promete conectar importantes zonas turísticas y arqueológicas de la península de Yucatán, abarcando cinco estados: Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Sin embargo, desde su concepción en 2018 hasta su reciente puesta en marcha en 2024, el proyecto ha generado debates intensos sobre su impacto ambiental, sus costos financieros y su viabilidad a largo plazo.

El costo total del Tren Maya ha sido objeto de escrutinio. Inicialmente estimado en alrededor de 120 mil millones de pesos, el presupuesto final se disparó a más de 370 mil millones de pesos, convirtiéndose en una de las obras de infraestructura más caras en la historia reciente de México. Este aumento se debió a múltiples factores, incluidos cambios en el diseño, adquisición de tierras y la complejidad de la construcción en áreas de difícil acceso. A pesar de estos costos elevados, el gobierno mexicano ha defendido el proyecto como una inversión necesaria para impulsar el desarrollo económico en una de las regiones más rezagadas del país.

Desde su inauguración en diciembre de 2023, el Tren Maya ha comenzado a operar con la expectativa de movilizar a millones de pasajeros anualmente. Durante sus primeros meses, ha transportado a más de 2 millones de personas, una cifra que se espera aumente significativamente a medida que se estabilice el servicio y se optimicen las rutas. El tren, que recorre más de 1,500 kilómetros, no solo conecta destinos turísticos como Cancún y Tulum, sino también comunidades rurales que han estado históricamente aisladas, lo que ha sido uno de los principales argumentos a favor de su construcción.

Sin embargo, la operación del Tren Maya no ha estado exenta de desafíos financieros. A pesar de las expectativas de que el tren sería autosuficiente, la realidad ha sido diferente. El gobierno federal ha tenido que destinar un subsidio considerable para cubrir los costos operativos y asegurar que el precio de los boletos sea accesible para la población local y los turistas. Se estima que, durante el primer año de operaciones, el subsidio asciende a varios miles de millones de pesos, lo que ha generado críticas sobre la sostenibilidad del proyecto a largo plazo y su impacto en las finanzas públicas.

Uno de los aspectos más controvertidos del Tren Maya ha sido su impacto ambiental. La construcción del tren ha requerido la tala de vastas extensiones de selva, afectando ecosistemas delicados y poniendo en riesgo la biodiversidad de la región. Organizaciones ambientalistas han documentado la destrucción de hábitats de especies endémicas y la alteración de rutas migratorias de la fauna local. Aunque el gobierno ha implementado programas de reforestación y conservación como compensación, los críticos sostienen que los daños son irreversibles y que el proyecto se ejecutó sin una evaluación ambiental adecuada y sin la consulta debida a las comunidades indígenas.

El impacto en las comunidades locales también ha sido significativo. Si bien el Tren Maya promete desarrollo y empleo, muchas comunidades indígenas han expresado su preocupación por la pérdida de sus tierras, la alteración de su modo de vida y la falta de consulta durante la planificación del proyecto. Aunque el gobierno ha establecido mesas de diálogo y ha ofrecido compensaciones, el descontento persiste en varios sectores, lo que subraya las tensiones entre el desarrollo económico y la protección de los derechos de los pueblos originarios.

A pesar de las críticas, el gobierno de López Obrador ha defendido el Tren Maya como un motor de crecimiento económico y una herramienta clave para reducir la desigualdad en el sureste de México. Con la promesa de generar empleos, atraer turistas y conectar comunidades, el tren es visto como una obra que transformará la región en las próximas décadas. No obstante, los debates sobre su impacto financiero y ambiental continúan, lo que plantea preguntas sobre el verdadero costo de este megaproyecto.

El futuro del Tren Maya dependerá de su capacidad para equilibrar sus beneficios económicos con la mitigación de sus impactos negativos. Como una de las obras más emblemáticas de la administración actual, su éxito o fracaso no solo afectará a la península de Yucatán, sino que también dejará una huella duradera en el legado de la política de infraestructura en México.

• Paralelo 20

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