Por Lucy Pérez Camarena
Salgo de casa por la mañana y al encender la radio escucho el resumen de la hora, siete personas ejecutadas en un balneario, nuevas personas desaparecidas, el linchamiento de alguien más y así pasan los minutos entre el tráfico… Pienso en sus familias, no puedo imaginar el dolor y la frustración, mientras tanto escucho esa voz estridente que cada mañana nos divide a los mexicanos, insensible, protegiendo sus intereses, incapaz de asumir el papel de un jefe de estado y mucho menos de acertar a una política eficaz para erradicar la violencia en nuestro país.
Me siento a comer a la mesa con mi familia y después de reírnos un poco con un programa de concursos pasamos al noticiero vespertino, nuevamente siento una gran impotencia e indignación, el propio presidente se burla de una madre que busca a sus hijos y que ha estado haciendo lo que las autoridades deben hacer, encontrar a las personas desaparecidas.
Me dirán cambia de canal, no veas noticias, lo preocupante de la situación es que la violencia en nuestro país ha escalado niveles que jamás imaginamos vivir, siempre se ha dicho que somos más los buenos, lo cierto es que cada día percibo menos empatía, nos desesperamos en el tráfico, no cedemos el paso, somos más insensibles al dolor ajeno, nuestras ciudades se han convertido en grandes junglas en donde al salir no podemos sentirnos seguros.
Muchos de nuestros pueblos están abandonados en el desamparo total, muchas familias han tenido que migrar a otras ciudades por que se sienten amenazados además de que son arrebatados de sus bienes ante la mirada indiferente de cualquier nivel de autoridad que solo deja pasar la situación sin actuar e imponer la ley, hablamos de familias, mujeres, niñas, niños, personas concretas que son afectadas en sus personas o sus bienes.
Se dice que al menos al día ochenta personas son asesinadas en México, esto es una verdadera tragedia, que tendría que sacudir a un país que se precia de ser apegado a sus tradiciones religiosas y que hoy como nunca, sufre en la estructura más importante que es la primordial célula de nuestra sociedad la familia, de las erráticas por no decir nulas políticas para enfrentar esta situación.
¿Pero que podemos hacer? Es importante que como padres de familia tengamos cercanía con nuestras e hijos y promovamos una educación basada en el respeto y la tolerancia, que se implemente en las escuelas la cultura de la paz y que en nuestros barrios y colonias nos organicemos con nuestros vecinos, sí para prevenir cualquier situación que amenace a nuestras viviendas y familias, pero sobre todo para que volvamos a conocernos y acercarnos a las personas que habitan en nuestro entorno.
Hoy en día hay esfuerzos desde la sociedad civil e incluso algunas dependencias de gobierno para impulsar la cultura de la paz, como una acción indispensable para recuperar en nuestros espacios este tan anhelado bien, pero cualquier esfuerzo será insuficiente si no se implementan acciones eficaces en todos los niveles para combatir este flagelo de la sociedad que es la violencia.
Esta es la asignatura parra quienes aspiren a gobernar cualquier Municipio, Estado o el País, no puede haber desarrollo si se percibe a México como un país inseguro, en donde las y los ciudadanos no están a salvo y con un gobierno incapaz de escuchar la voz de las victimas a quienes califica como adversarios políticos.
Construyamos la paz desde nuestras trincheras, no esperemos más, seamos amables, empáticos, recuperemos ese sentido de solidaridad que nos ha caracterizado cuando hemos sufrido alguna tragedia en el pasado como los sismos, tendamos nuestras manos, pero no dejemos de exigir a quien debe hacerlo que garantice acciones concretas y específicas que verdaderamente erradiquen la violencia en nuestro país.