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La incongruencia insoportable

 

 

 


Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.

(Víctor Hugo)

La pasión del presidente no es gobernar, es el béisbol. Por eso, en otro más del penoso anecdotario mañanero del pasado viernes 12 de agosto, justificó el uso de un helicóptero de la Marina para trasladar a Pochichoco, la mascota del equipo Olmecas de Tabasco.

Y aunque aseguró estar en contra de la acción, lo cierto es que en lugar de condenar este hecho ocurrido un día antes, lo vindicó señalando que “No estoy de acuerdo, claro que sí estoy a favor del béisbol y del deporte en general, y sé que pues hay mucha pasión por el deporte y qué bueno. Está en la final, por eso fue el helicóptero, porque estaba iniciando el playoff, están los juegos finales de la liga mexicana de béisbol”.  

Así, de nuevo, escuchamos a un jefe del ejecutivo federal, que lejos de indignarse ante prácticas inadmisibles de los anteriores gobiernos a los que tanto culpa de nuestra desgracia, hoy los minimiza porque provienen de su mandato.

Sabemos también que su verdadero interés se centra en lo electoral y en alimentar su vanidad mediante la conservación de altos niveles de popularidad. Lo suyo son los buenos números que arrojan las encuestas. Eso le emociona. Dar resultados y rendir cuentas positivas no está en su agenda cotidiana. Para él y las graderías que le aplauden sus caprichos y ocurrencias, lo que importa es usufructuar el poder.

Es justo eso lo que debemos revisar con seriedad y preocupación. Y es que conforme pasan los días, López Obrador acusa comportamientos en extremo inquietantes. Ha hecho de la mentira un potente rasgo de su personalidad.

Parece que vive en una realidad paralela, pero no. Él es consciente de que una narrativa incompatible con la verdad es el recurso más efectivo de frente a un público, que en medio del desastre, está ávido de escuchar lo que quiere creer.

Al respecto, se asegura que el famoso filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) afirmó que «A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que se destruyan sus ilusiones».

Entonces, Andrés Manuel, que es proclive a la utilización del engaño, sabe que entre la población existe un sector que aún conserva las ganas de vengar, a través de su figura, el tremendo daño que nos ocasionaron el PRI y Acción Nacional. Por eso, de modo casi obsesivo, acude a la estrategia de eludir la realidad calamitosa de su sexenio mediante el abuso de la diatriba.

Los recientes hechos de violencia (que bien podemos calificarlos de actos terroristas) en los Estados de Jalisco, Chihuahua, Baja California, Guanajuato y Michoacán, son consecuencia de un gobierno improvisado, distraído e irresponsable.  

La evidencia salta a la vista. Durante el obradorato todos los indicadores clave se hicieron pedazos. Más inseguridad, violencia y pobreza. Menos educación, salud y ciencia.

No obstante lo anterior, un porcentaje significativo de la sociedad le otorga un respaldo que únicamente se explica por la ausencia de una oposición atractiva y la carencia de liderazgos que provoquen la atención del electorado.

Tenemos a un mandatario que invoca a la “pobreza franciscana”, mientras que disfruta a cuerpo de rey en Palacio Nacional y su familia se da el festín de sus vidas haciendo negociazos o estudiando en naciones del primer mundo.

La incongruencia en su más insoportable expresión.

@oscarabrego111

@DeFrentealPoder

• Óscar Ábrego

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Empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista político.

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