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Marcelo y Monreal en tiempos de furia

Cuando suponíamos que no sucedería algo peor, ocurrió lo impensable: desde el partido en el poder y Palacio Nacional se emprendió una cruzada contra el derecho a la libertad. Se trata de una campaña de linchamiento público a quienes ejercen uno de los principios más trascendentes en la vida del ser humano. Acusar de traidor a la patria a quien no vota a favor del régimen y su líder, es el preludio de lo que pretende convertirse en un gobierno dictatorial. Ya no sólo hay que desaparecer a las instituciones ciudadanas y órganos autónomos, sino de desprestigiar y poner en peligro la integridad de las mujeres y hombres que se atreven a cuestionar las creencias y postulados del auto llamado predicador.        

Yo voté por López Obrador. No una, en tres ocasiones. En lo privado como en foros abiertos, me declaré lopezobradorista e incluso defendí, a costa de perder clientes y compañeros de convivio, los ideales de la Cuarta Transformación. Más aún -como es sabido- impulsé una Gran Alianza en Zapopan basada en la honestidad, la verdad y la lealtad, valores fundamentales de la causa que abanderó; sin embargo, al igual que a decenas de miles de mexicanos, me alcanzó el desengaño.

Aquel luchador social que sembró confianza en los corazones de una nación ofendida, hoy no existe, desapareció casi por completo. Iniciado el cuarto año de este sexenio, lo único que podemos enumerar –en lo general- son puros fracasos.

Nadie en su sano juicio puede defender con argumentos lógicos al presidente porque la terca realidad siempre triunfa. Seamos objetivos. La “Casa gris” de Houston es a todas luces un insulto a la inteligencia colectiva; simboliza la más afrentosa incongruencia de una narrativa que presume una austeridad ausente y romantiza la pobreza e ignorancia porque deja votos y fans. Vaya, es la popularidad por encima de la coherencia y el desarrollo.

En el México de estos momentos oscuros, las fuerzas armadas ahora construyen obras mal hechas, pero con ello hacen negociazos al margen de la transparencia y rendición de cuentas; lejos de contener o combatir la conquista de amplias extensiones de territorio por parte de la delincuencia, tienen la instrucción de no entorpecer su avance y mejor auxiliar a la población para que huya de sus hogares. Nada tan vergonzoso como revelador.

En el país de nuestros días aciagos, la impunidad es un manto que protege al primer círculo familiar y político, pues a pesar de las evidencias, la ley se hace valer según los antojos e intereses de un fiscal general que en otro lugar del mundo estaría en prisión.

En medio de la rabiosa embestida hacia los que critican al promulgador de la miseria, se ha normalizado el cierre de guarderías y escuelas de tiempo completo, la carencia de medicamentos para tratar el cáncer de los niños y el recorte de recursos financieros en pro de la educación universitaria y la ciencia.

También, hay que decirlo, la violación a los derechos humanos, las masacres, los feminicidios, las desapariciones forzadas y el dominio que ejerce la criminalidad sobre un buen porcentaje de autoridades municipales y estatales, quedaron fuera de las prioridades de la agenda presidencial. Lo que interesa es confrontar a los mexicanos. Sembrar el odio y la discordia entre unos con los otros. Además, es pelearnos con naciones prósperas y aislarnos paulatinamente de un planeta interconectado que gira en sentido contrario a los dogmas y fantasías del nuevo prócer.

Y es justo en este escenario marcado por el retroceso y el descaro, en el que prevalece el dolor de millones de familias que padecen la indiferencia de un gobierno aturdido por su propia estridencia, que se impone una pregunta: ¿En qué lado de la historia se colocarán Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal?

El primero, sin duda el perfil más competente y lúcido de un gabinete que actúa bajo los efectos del regaño, consignas y paradigmas nocivos para el bienestar. El segundo, el político más completo, mesurado y responsable de Morena.

En estos tiempos de furia, y porque alguien debe devolvernos la esperanza de que en el futuro podremos reconciliarnos como pueblo, somos muchos los que nos mantenemos a la espera de su respuesta.

México los requiere.            

@DeFrentealPoder  

• Óscar Ábrego

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Empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista político.

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