Detener el programa La Escuela es Nuestra hasta que no garantice que incluirá los beneficios del Programa de Escuelas de Tiempo Completo, fue la orden emitida el pasado jueves por una jueza federal, ante lo cual, la Secretaría de Educación Pública (SEP) habrá de suspender dicho modelo que, hay que decirlo, tuvo su origen a través de un despreciable, vil, miserable, malvado y traicionero decreto presidencial.
La alentadora noticia que permite albergar alguna posibilidad para que permanezcan las Escuelas de Tiempo Completo, se conoció esta semana que está por terminar, luego de que se informara que la organización Mexicanos Primero, que ha interpuesto diversas acciones legales por la eliminación del programa, detalló que la jueza Séptima de Distrito en Materia Administrativa de la Ciudad de México ordenó detener la operación del programa La Escuela es Nuestra por ser violatorio de los derechos a la educación y a la alimentación de niñas, niños y adolescentes, debido a que las Reglas de Operación del programa no prevén horas adicionales de clase y servicios de alimentación.
En este tema, hay que recordar que la Secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez, en una decisión que evidentemente tiene la firma del presidente Andrés Manuel López Obrador, eliminó las denominadas Escuelas de Tiempo Completo, alejando a millones de niños de la posibilidad de incrementar sus aprendizajes, de tener una alimentación garantizada al día, de brindar a las madres la tranquilidad de tener a sus hijos en un lugar seguro mientras trabajan, y a maestros el completar un salario más digno al perder su fuente de empleo.
De ese tamaño fue la decisión de Gómez Álvarez, a quien ciertamente no se le puede acreditar toda la responsabilidad siendo que todos sabemos que este tipo de decisiones surgen desde el escritorio del presidente en Palacio Nacional y no por iniciativa de una Secretaría de Gobierno, y aunque así fuese, debe contar con el aval de la presidencia.
Ahora bien, para dimensionar el golpe que López Obrador y Gómez Álvarez asestaron a los niños y adolescentes, a las familias más pobres y a la Educación en México, hay que decir que el programa Escuelas de Tiempo Completo, que desapareció el pasado 1 de marzo tras publicarse en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un decreto que así lo marca, afectará a alrededor de 3.6 millones de estudiantes que recibían hasta 3.5 horas extra de aprendizajes como música, danza, arte, deportes y lenguas extranjeras. El programa incluía además un almuerzo caliente, que para no pocos niños significaba un único alimento seguro al día.
David Calderón, presidente de Mexicanos Primero, señaló que este modelo brindaba entre 6 y 8 horas de clases efectivas y otorgaba el beneficio de la comida para los estudiantes de preescolar y educación básica en el país.
Apuntó que este programa que inició en 2007 llegó a beneficiar a 3 millones 641 mil niños de 27 mil escuelas alrededor de toda la República Mexicana. Los menores fueron beneficiados con 1.6 millones de comidas calientes diarias al medio día, para poder continuar con una segunda parte de clases. Y se llegó a destinar un recurso anual de hasta 10 mil millones de pesos, cuya clave presupuestal se extinguió en 2020 con el inicio de la pandemia y las clases a distancia.
El argumento que dio Delfina Gómez para cometer este atropello fue que el cierre del programa es una cuestión de prioridades, puesto que el Gobierno había decidido volcar los esfuerzos en la rehabilitación de escuelas siendo que muchas de ellas fueron vandalizadas durante la pandemia, además que cuando se reúne con padres de familia estos le reclaman mantenimiento para los planteles.
Increíble la justificación tan necia por no decir estúpida por parte de la funcionaria, pues usando su lógica tendríamos que entender que lo importante es tener escuelas bonitas y a los niños en la calle.
“No vale la pena destruir un programa que refuerza a las personas por uno que refuerza las infraestructuras. Es apostarle al cemento por encima de las capacidades. Además, creemos que los dos tienen cabida”, afirmó David Calderón. “Como se ha dicho: ¿de qué te sirve tener escuelas pintadas con niños que se duermen porque tienen hambre”?, señaló.
Por donde quiera que se le vea a esta determinación, se trató de una canallada del presidente y la Secretaria, que atenta contra niñas, niños, adolescentes, familias pobres, madres trabajadoras y maestros que impartían este modelo educativo.
Dijeron que no había dinero para soportar este modelo que fue un compromiso social y estaba avanzando. Pero sí para seguir invirtiendo miles de millones de pesos en absurdos proyectos como el tan polémico como insostenible Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe Ángeles, y pretender seguir tirando dinero a la basura (con amplias ganancias para unos cuantos) en su empecinamiento relativo a Pemex y asuntos relativos.
Queda esperar que los jueces logren revertir la decisión y se dé continuidad a las Escuelas de Tiempo Completo, echando abajo el miserable decreto que tanta angustia, zozobra y daño ha causado a millones de familias en el país.
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