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A menos que Jesús Pablo Lemus Navarro cometa un error de proporciones catastróficas u ocurra alguna situación extrema que incendie los ánimos del electorado contra el partido Movimiento Ciudadano en Jalisco, su candidatura y triunfo en las urnas parecen cosa resuelta.
No se necesita tener dotes de pitoniso para pronosticarlo. La explicación tiene cuando menos una base lógica. Y es que en el escenario político no se ve a nadie que pueda hacerle frente ni en el partido que lo postula ni en la oposición.
Pablo es un actor protagonista en el teatro de la implacable e impredecible grilla local. En términos mercadológicos, es la marca mejor evaluada por todas las mediciones hasta hoy conocidas.
Es cierto, los diagnósticos elaborados por opinantes y expertos en la materia, advierten que su debilidad radica en la falta de un cuerpo asesor fuerte y una estructura propia a lo largo y ancho de la entidad; sin embargo aún queda tiempo para tejer una red que le permita solventar dicha flaqueza.
¿La amenaza? Que el alcalde tapatío comience a levitar. Que de pronto se sienta abrazado por los dioses y pierda contacto con la realidad. Tengamos en cuenta que a menudo eso sucede a las mujeres y hombres del poder público cuando las condiciones les son absolutamente favorables.
Por ello, ojalá que Lemus Navarro conserve las suelas pegadas al piso para que continúe corriendo maratones y se corte la greña en pro de una noble causa. Vaya, que siga disfrutando de su chamba y procure un gobierno efectivo, transparente y trascendente.
Ahora bien, en este episodio de la historia político-electoral del Estado, no podemos entender el proyecto de Pablo Lemus sin Juan José Frangie Saade. Ambos han consolidado una dupla poco veces vista.
Frangie ha dicho que de hacer un digno trabajo como presidente municipal, su opción es la reelección. En lo personal –él sabe lo que pienso– soy de los que opina que en virtud de que Guadalajara y Zapopan serán espacios de negociación, su próxima misión sería como jefe de gabinete en caso de que su amigo se convierta en gobernador.
De cualquier modo, sea cual sea su siguiente escala, Juan José estará sentado en donde se tomarán las grandes decisiones.
Quien sin duda también ocupará una silla en la mesa definitoria será el actual alcalde reelecto de Tlajomulco, Salvador Zamora Zamora. Ya lo he planteado en este espacio, Zamora escribe a diario un currículum amplio y consistente. Además, su desempeño como primer edil del ayuntamiento, es bien evaluado por los habitantes del municipio y muestra de ello es que dio buenas cuentas en las pasadas elecciones. Pero por si faltara algo, es de los pocos cuadros que posee experiencia legislativa y en la administración pública municipal.
Por lo anterior, estoy convencido de que Salvador no sólo llevará mano en la designación de su sucesor (que podría ser Gerardo Quirino Velázquez Chávez), sino que llegada la hora, tendrá todo el derecho de reclamar una curul en el Senado de la República o de abanderar las causas emecistas en Guadalajara e incluso Zapopan.
Por supuesto, el que interpretará un papel fundamental en la trama del 2024, es Enrique Alfaro Ramírez. Si bien su relación con el dirigente nacional del movimiento naranja, Dante Alfonso Delgado Rannauro, no atraviesa por un agradable momento, la verdad es que nadie puede regatearle lo que logró construir con puro polvo en las manos. Si Dante le debe a alguien el crecimiento de MC es a Enrique y a su incondicional operador Clemente Castañeda Hoeflich.
De hecho, la señal ha sido enviada. Hace días, en una charla que sostuvo con Carlos Alarazky y Beatriz Pagés, les dijo: “Aspiro a ser factor en la construcción de una alternativa para este país y estoy preparado para jugar el rol que me toque jugar”.
Está claro que Alfaro alineará en la cancha como titular, ¿en qué posición?, aún lo desconocemos; pero de seguro no será como candidato a la presidencia de México, pues todo indica que ese lugar está reservado para el senador Ricardo Monreal o el canciller Marcelo Ebrard.
@oscarabrego111
