La violencia sistemática que enfrentan desde distintos flancos los periodistas en México, llegó al extremo de romper una máxima del mismo gremio: no somos noticia.
La marcha convocada y realizada en distintas ciudades del país, provocó que como en la canción de Joan Manuel Serrat, todos olvidaran por un momento que cada uno es cada cual y se unieran en un reclamo de hartazgo contra el clima de linchamiento, acoso, hostigamiento y de inseguridad en el que se labora en todas las entidades.
Este martes los reporteros marcharon, reclamaron, gritaron y exigieron respeto y garantías para su oficio, al tiempo que con el rigor de siempre, levantaron datos, fotografías e impresiones para posteriormente redactar la nota donde por esta vez también fueron protagonistas.
Nunca como ahora, la polarización hacia los medios de comunicación ha sido tan azuzada desde la misma presidencia de la república y en concreto a través de un espacio público como “La Mañanera”, para pintar de blanco y negro a los comunicadores en función de un proyecto político.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, es el primero en calificar sin rubor alguno el desempeño de los periodistas en una posición maniqueista de que “el que no está conmigo, está contra mí”.
Pero esta paranoia hacia los medios y los periodistas se repite en los gobiernos locales con autoridades que no reconocen la naturaleza del periodismo que en esencia debe ser crítica respecto al poder.
Y la metralla contra los comunicadores también encontró otro espacio de ataque como son las redes sociales, donde en ocasiones desde el anonimato o con cargo al erario, se arman campañas contra medios y periodistas.
Por si fuera poco, existen ciudadanos adoctrinados o encandilados por el caudillo en turno, que no aceptan la más leve crítica y se dan a la tarea de dinamitar al mensajero, sin reparar que el político o el partido están de paso.
Las decenas de periodistas asesinados en apenas tres años de este sexenio, dan cuenta de cómo no ha sido posible otorgar garantías fundamentales para que se cumpla el derecho a la información y la libertad de expresión en México.
El mecanismo diseñado por el gobierno federal para la protección a los periodistas, es en sí mismo una vergüenza porque retrata la incapacidad del estado de brindar seguridad para el desempeño de cualquier actividad sin tener que hacer distinción del oficio.
Y el mecanismo es también un galimatías. Para empezar, no es una protección otorgada por la Secretaría de Gobernación, sino “solicitada” por el periodista, que debe llenar un formato con datos personales, de su domicilio, familia, hijos, teléfonos, contacto de familiares y amigos. Después hay que responder un cuestionario de 25 preguntas donde entre otras cosas debe describir las situaciones de riesgo e identificar a su “agente agresor” y hasta ubicar los sitios donde hay más posibilidades de ser víctima de una agresión.
Varios de los periodistas asesinados en México, estaban bajo la tutela de este programa de “protección”.
En este ambiente de crispación que hoy vive el gremio ante el evidente hartazgo hacia las agresiones sufridas, tal vez convendría recordar otra máxima. El periodista a la hora de realizar su labor, solo debe temer una cosa: que su director y el medio, le den la espalda.