Inicio / Opinión / La desfachatez de Lozoya

La desfachatez de Lozoya

Sin duda, Emilio Lozoya Austin, rebasó los límites de la desfachatez, al dejarse ver en pleno festín degustando el Pekín ducks de un lujoso restaurante en Las Lomas de la Ciudad de México, siendo que días antes había argumentado encontrarse en arraigo domiciliario para evitar comparecer para responder una demanda en su contra por daño moral interpuesta por la periodista Lourdes Mendoza, a quien acusó de haber recibido sobornos en el contexto del caso Odebrecht. Fue la propia periodista, quien la noche del pasado sábado sorprendió a Lozoya en el restaurante y tomó las fotografías que han circulado profusamente, en las que se observa al ex director de Pemex, disfrutando tranquilamente y a todo lujo de una cena en el Hunan.

Emilio Lozoya, enfrenta un proceso judicial por delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita, cohecho y asociación delictuosa en el marco del llamado “Caso Odebrecht”, pero un acuerdo con la Fiscalía General de la República (FGR) lo mantiene en libertad, bajo el amparo de la figura de “testigo protegido”. De hecho, hay que recordar que gracias a ese convenio, ni siquiera tuvo que pasar una noche tras las rejas luego de ser extraditado en julio del año pasado procedente de España donde fue localizado por la Interpol.

Lozoya Austin, sin pruebas, solo su dicho, ha involucrado a más de 17 personas en el caso que es acusado de recibir más de 10 millones de dólares en sobornos, cantidad que dijo haber repartido entre los personajes que ahora señala como receptores de diversas cantidades para aprobar la Reforma Eléctrica del expresidente Enrique Peña Nieto, y que a la postre favorecería con contratos a Odebrecht, la empresa brasileña que ha propiciado el mayor escándalo de corrupción en America Latina.

Las fotos

“En agosto de 2020, la periodista Lourdes Mendoza fue linchada en redes sociales después de haber sido denunciada por Emilio Lozoya Austin, ex director de Pemex. Bautizada con el mote de Lady Chanel, usuarios de Facebook y Twitter acribillaron su reputación por haber vendido su trabajo periodístico, supuestamente, a cambio de un bolso cuyo valor rondaría los 100 mil pesos”. Pero el pasado sábado 9 de octubre, la vida le regaló a la periodista la oportunidad de mostrar a su acusador como lo que es, un tipo mentiroso que ha aprovechado su calidad de testigo protegido para permanecer fuera de la cárcel a pesar de estar acusado de recibir sobornos por 10.5 millones de dólares de la empresa Odebrecht.

Tras el señalamiento en su contra, el lunes 31 de agosto de ese mismo año 2020, “Mendoza presentó una denuncia por daño moral en contra de Lozoya Austin. Ahí refirió que eran rematadamente falsos los dichos del ex funcionario acusado, de su lado, por haber recibido un soborno de más de 10 millones de dólares de la empresa brasileña Odebrecht.
Para probar las mentiras de Lozoya, Lourdes Mendoza ofreció evidencia circunstancial relevante: según el ex titular de Pemex, el bolso habría sido adquirido en 2013 en una tienda específica de la colonia Polanco de la Ciudad de México.

Sin embargo, Chanel cerró ese establecimiento dos años antes del hecho denunciado. En efecto, la tienda aludida no existe desde 2011 y, sin embargo, el acusador dijo haber adquirido el lujoso artículo en 2013.
La defensa de Lourdes Mendoza emplazó a Lozoya para que compareciera ante el juez que lleva su denuncia por daño moral. Tal audiencia debía celebrarse el pasado viernes 10 de septiembre, pero Alejandro Rojas Pruneda, representante del acusador, excusó a su cliente pretextando que estaba imposibilitado para asistir debido a que se encontraba bajo arraigo domiciliario por las investigaciones relacionadas con el millonario soborno.

Un mes después, el sábado 9 de octubre por la tarde, la fortuna regaló a Lourdes Mendoza una prueba irrefutable sobre la capacidad que tiene Lozoya para mentir. Alertada por un amigo, desembarcó en un lujoso restorán chino donde lo encontró festejando, como si no tuviera absolutamente nada que temer. Ahí, la periodista constató que el arraigo domiciliario era una gran falsedad”.(Milenio, Ricardo Raphael 11/10/21).

Así relató la periodista su arribo al restaurante de lujo donde se encontraba Lozoya, aparentemente en plan do conquista:

“Salí del domicilio donde estaba, en Cofre de Perote, en las Lomas, y tomando Paseo de las Palmas me dirigí al restaurante. El corazón me latía a mil, temblaba. Vería por fin a mi verdugo, a quien por hacer mi trabajo ha machado mi nombre. Llegué minutos antes de las 20:00 horas, me puse mi tapabocas, recibí el boleto del valet parking y entré. La señorita que te recibe no estaba, pero me interceptó unos pasos después.
-Buenas noches, señora. ¿Ya la esperan?
-Sí, vengo con Lozoya-, respondí. Ella se fue a checar la lista, yo recorrí con la mirada el salón principal, entrando a mano izquierda y nada. Otra persona, ahora un hombre, me dijo: -¿A quién busca?

-A Lozoya, pero no lo veo, seguro está en la terraza-, contesté y comencé a caminar. Sudaba, las manos me temblaban, pero preparé mi celular para tomarle las fotos. Mi abogada, Jovita Coello, a quien le hablé de camino, me recomendó que se viera la hora y la fecha para que sirvieran como pruebas.
Entré y, efectivamente, Emilio Lozoya estaba en tremenda fiesta, departiendo, ligando y comiendo el afamado pekin duck de la cocina cantonesa china. Casi de inmediato lo reconocí, aunque estuviera de espaldas a la entrada, y sin perder el tiempo les tomé cuatro fotos.
Doris Beckmann se percata y grita: ¡Ay, no!
Lozoya voltea, me ve y, mientras yo le digo: “Tienes brazalete, ¿no estás arraigado?”, él grita: “Camarero” (habrá creído que estaba en Madrid o en Málaga?) para que lo rescatara de las imágenes de mi celular.
Acto seguido, me di la vuelta y me salí. Mientras el valet del lugar traía mi coche, no pude más y me desplomé en las escaleras del restaurante. Lozoya ha destrozado la vida a muchos y ahí estaba, gozando la buena vida que le dan sus millones.

La difamación

En mi caso, me trató de presentar como alguien que recibía regalos caros, que vendía información y de paso quiso hacerme pasar como una ‘conquista’ de su archienemigo político, Luis Videgaray, al que también denunció. Mi pecado fue haber escrito de las frivolidades y la corrupción de Lozoya en Pemex. Y él se quiso vengar de todo aquel con quien tenía agravios.

Luego de su falaz acusación perdí mi trabajo en Radiópolis y he venido demandando una disculpa pública de él en tribunales desde el 31 de agosto de 2020. Y su mentira cada día se ha evidenciado, pues donde dijo que compró la bolsa no existía la tienda y ya lo demostré en tribunales.
Aunque me ha agraviado como mujer y como periodista, tengo que reconocer que soy, de sus ‘denunciados’, la que ha pagado el menor de los costos.

Muchos otros de esta denuncia enfrentan ya procesos penales como Ricardo Anaya, algunos ya en la cárcel como Jorge Luis Lavalle. Otros han tenido que dejar México, como Carlos Treviño, todo ello para saciar las vendettas de Lozoya y con pruebas inexistentes. Claro, a la FGR el caso le ha servido para atacar a varios enemigos políticos de la 4T. Pero no hay justicia. Sólo vendettas.

Pero la frivolidad con que se mueve Lozoya, su impunidad para no regresar recursos obtenidos de manera indebida, le han subido el costo a la FGR. Una dependencia que el Presidente ofreció que fuera autónoma y se ha puesto a las órdenes de las causas más ruines.

Yo no voy dejar el tema en paz, ni a Lozoya, hasta que a mí y a mi hija nos ofrezca una disculpa pública. Soy madre soltera y lo único que le voy a heredar a mi hija es un buen nombre. Este encumbrado exfuncionario, que ha traicionado todo lo que la vida le ha puesto enfrente, me buscó y me encontró. Por cierto, mentir a un juez para engañarlo y tratar de ganar ventaja procesal es delito de fraude procesal, y lo voy a denunciar.

Ahhhhh, y para los que quieran saber quiénes eran con quien Lozoya departió el pekin duck, fueron: Eduardo Molina, Lore Guerra Autrey (la ‘festejada’) y Doris Beckmann, sí, la hermana de Juan Domingo, cabeza de Tequila Cuervo. Por cierto, ella es quien le daba la mano mientras a Lozoya sólo se le ocurría pedirle ayuda y esconderse tras el ‘camarero’. Penoso. Muy penoso incidente para el país al poner en evidencia la ausencia de una elemental procuración de justicia.

Agradezco a todos los internautas y a todos los medios de comunicación que retomaron las fotografías y la historia. Al ejercer el periodismo con profesionalismo estamos obligados a develar éstos y otros excesos”.

opinion.salcosga@hotmail.com
@salvadorcosio1

• Salvador Cosío Gaona

Foto del avatar
Es Abogado por la U de G, con estudios de posgrado en Administración Pública, Economía Política, Economía del Sector Publico, Administración Municipal, Finanzas Publicas, Administración y Desarrollo de Recursos Humanos, Financiamiento para el desarrollo y Políticas Publicas, en diversas instituciones. Tiene el Grado de Doctor en Derecho con la distinción Maxima Cum Laude en la Universidad Complutense de Madrid en España.

Te puede interesar:

Jalisco más seguro que nunca

Por Carlos Martínez Macías Con una puntería escalofriante, el gobernador Enrique Alfaro cumplió su cita …