Es una realidad que la pandemia global por COVID-19 causó daños severos en las economías de los países; siendo la forma en que los diversos gobiernos reaccionaron lo que ha marcado la pauta para su recuperación. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador rechazó otorgar apoyos adicionales a las familias, negocios y empresas, más allá de los que ya entregaba con anterioridad. Esa es la principal razón del desplome en la economía de las familias mexicanas, que de acuerdo con la ENIGH (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares), del INEGI, registraron una caída de 90 por ciento.
Sabemos que cuentan por supuesto otros factores, pero indiscutiblemente esa negativa, ese rechazo, esa falta de apoyo gubernamental al no disponer siquiera de programas de ayuda, hundió más a una economía que con meses de anterioridad ya venía en picada, por lo que habría que aligerar la carga al COVID-19 y no responsabilizarlo de todo el horror, siendo que las malas decisiones, y los errores, ya habían ejercido su cuota de afectación.
La encuesta del INEGI refiere que los hogares ingresaron y gastaron en 2020 un 6% y un 13% menos, respectivamente, que en 2018.
Geográficamente, las ciudades y los Estados más volcados al sector servicios fueron los que cargaron con el peso del golpe.
Los datos macroeconómicos de un 2020 fatídico ya se conocían: el desplome del 8% en el PIB, y la destrucción de 12 millones de empleos. “La nueva encuesta, que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) cada dos años, permite llevar ahora el análisis a pie de calle y adentrarse en los hogares. El ingreso pasó de 53.418 pesos trimestrales a 50.309. La reducción se debe principalmente a la pérdida de empleo y de salarios, que representan el 64% de los ingresos regulares y cayeron casi un 11% respecto a 2018.
Frente a esta caída, las transferencias gubernamentales, que representan alrededor del 17% de los ingresos familiares, aumentaron un 8,3% hasta los 8.871 pesos trimestrales y llegaron al 30% de hogares. Detrás de este aumento, hay un incremento del 50% en los beneficios sociales y de un 15% en las jubilaciones y pensiones. Estas ayudas amortiguaron el impacto, pero no alcanzaron para llenar el vacío dejado por los salarios. “El aumento de las transferencias fue insuficiente para compensar la caída del los ingresos del trabajo”, ha señalado el economista Julio Santaella, presidente del Inegi. Toda una llamada de atención para el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, cuya respuesta a la crisis se limitó a mantener los programas que ya existían sin ofrecer mayores estímulos fiscales.
Pese a la parquedad de los apoyos, la recesión ha limado la brecha socioeconómica en un país donde el 1% más rico concentraba el 29% del ingreso antes de la pandemia. El 10% más pobre tuvo ingresos de 110 pesos diarios, un aumento marginal del 1,3% respecto a 2018, mientras el 10% más acomodado, con 1.814 pesos diarios, registró una disminución del 9%. La diferencia entre la punta y la base de la pirámide sigue siendo abismal; los ingresos de los más ricos pasaron de ser 18 veces superiores a los de los más pobres en 2018 a 16 veces.
La modesta mejora entre los más desfavorecidos no es un logro del Gobierno, opina el economista Rodolfo de la Torre, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias. “Hay serias dudas respecto a la efectividad de los programas sociales. El 30% de la población más rica recibió más beneficios que los más pobres”, apunta. En cambio, De la Torre atribuye la evolución al tipo de confinamiento que hubo: “Las actividades que estuvieron detenidas más tiempo fueron las de zonas urbanas. En las rurales el sector agrícola no se detuvo. Eso pudo impulsar el ingreso de las personas más pobres”.
Precisamente, las cifras muestran los contornos geográficos de la crisis: eminentemente urbana y ubicada en el centro y sur del país. En las ciudades los ingresos disminuyeron un 8%, mientras que en el ámbito rural aumentaron un 3,6%. Las regiones más golpeadas fueron aquellas con un mayor peso del sector servicios, el más afectado por el confinamiento impuesto a inicios de la crisis. Los ingresos trimestrales promedio en el turístico Quintana Roo se desplomaron un 23% y los de Ciudad de México, un 20,5%. En contraste, los Estados industriales del norte del país tuvieron una caída mucho menor, del 1,3% en Nuevo León e incluso un aumento del 4% en el vecino Chihuahua. El sector exportador es que el que más rápidamente se ha recuperado gracias a la reactivación estadounidense.
Los ingresos menguantes llevaron a gastar menos -de 34.329 pesos trimestrales en 2018 a 29.919 en 2020-, pero también diferente. Con el cierre de las escuelas y la propagación del teletrabajo, los hogares dedicaron un 45% menos recursos a educación y esparcimiento y un 19% menos a transporte y comunicación. Por otro lado, el gasto en salud subió un 40,5%. La pandemia y el confinamiento también se tradujeron en cambios en los hábitos de alimentación. El gasto en productos consumidos dentro de casa aumentó un 10%, mientras el de los alimentos en el exterior cayó un 43%.
El impacto de la pandemia es una fotografía en movimiento. Tras la caída histórica del PIB el año pasado, la peor desde los años treinta, México da signos de recuperación. Con el avance de la vacunación y el tirón de las exportaciones a Estados Unidos, organismos nacionales e internacionales han revisado al alza sus pronósticos de crecimiento para este año. El FMI señaló esta semana que prevé que el país crezca un 6,3%, frente a su pronóstico anterior del 5%. Sin embargo, persisten las inquietudes sobre la calidad de la recuperación.
Aunque junio registró medio millón de empleos más que hace un año, el trabajo informal aumentó del 56% al 59%, al igual que el número de horas trabajadas.
Nada bien le ha ido a nuestro país a consecuencia de la pandemia por COVID-19 que ha sacudido duramente la economía de las familias, su estabilidad, su desarrollo y su posibilidad de una pronta recuperación. Pero insisto, y hay que tenerlo muy en cuenta, el desplome ya venía causando daño mucho antes de la pandemia que cayó “como anillo al dedo” para disfrazar la incapacidad del actual régimen, que normalmente tiene “otros datos”.
opinion.salcosga@hotmail.com
@salvadorcosio1