Por Adriah Brito
Ir por la vida teniendo expectativas no causa infelicidad, pero lo que sí la causa, es cuando estas mismas no funcionan como parte de nuestros planes o cuando estas simplemente desaparecen…
A veces vivimos entre el continuo conflicto de plantificar todo en nuestro librito de Vida llamado “perfección” o de simplemente fluir con los cambios y las oportunidades que van saliendo sobre la marcha…
¿Cuál es el enfoque correcto?
Considero que ambos, el balance entre estas dos perspectivas es lo que nos brinda paz… esa delgada línea entre planificar para tener un mejor control de nuestra vida y esa frescura de “gowith the flow” por si la vida de repente toma un giro inesperado. Lo cual muchas veces es un arte difícil de aplicar.
Las expectativas no son malas, de cierta forma por el mismo bienestar de nuestra cultura, familia y hasta nuestra propia vida deberíamos de normalizarlas más… ya que ellas muchas veces nos brindan la oportunidad de mejorar en diversos aspectos. Lo que sí sería buena idea de practicar es eliminar o intentar disminuir el miedo a que estas mismas no se cumplan. Ya que ese tema ha sido principalmente la razón por la cual “nuestras expectativas elevadas” nos han roto el corazón en repetidas ocasiones, en distintos temas.
No hay receta perfecta para vivir la vida, cada uno hace lo que puede con las herramientas que tiene, pero repito el “incumplimiento de nuestras expectativas no es lo que nos causa infelicidad… lo que sí la causa, es la poca flexibilidad para ajustarnos a lo que se nos presenta”.
Tal vez la cura para digerir mejor el sentimiento de cumplir o fracasar en cualquier aspiración que tengamos, es que nuestras decisiones reflejen más nuestra esperanza y menos nuestros miedos.
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