«Como primer ministro, asumo la completa responsabilidad por todo lo que ha hecho mi gobierno», dijo Boris Johnson esta semana, en un ‘mea culpa’ que llega luego de que 100 mil ciudadanos ingleses han fallecido a causa de la pandemia por Covid-19. Sin duda un arrepentimiento tardío, pero necesario para corregir lo que se hizo mal y con mejores decisiones y estrategias intentar salir del atolladero en que se encuentra aquella también devastada nación. La lección está ahí para quien la quiera tomar. Johnson se equivocó y lo ha reconocido, pero ojalá más mandatarios tuvieran la humildad del primer ministro inglés para aprender de las lecciones, admitir sus culpas, y procurar lo mejor para su pueblo aún cuando ello les signifique un golpe a su soberbia y arrogancia.
Desde el arranque de la pandemia hasta finales de marzo, el primer ministro de Reino Unido se había distinguido por ser ese personaje que no se dejaba llevar por lo que decían o hacían los demás, y mientras irrumpía con fuerza la crisis del Coronavirus, él había estado decidido a ir contra la corriente y emplear sus propias estrategias frente a la inicialmente llamada neumonía de Wuhan. El premier inglés, quería mantenerse fiel a sus principios liberales y se había jactado de tener una mejor táctica frente a la que estaban implementando otros países europeos como Italia, España y Francia, que habían optado por decretar la cuarentena en sus respectivos territorios.
Pero algo ocurrió que antes de que finalizara ese mismo mes de marzo decretó un sorpresivo “lockdown”; y 10 días más tarde se informaba que se encontraba contagiado de coronavirus y a partir de ahí cambió, pero el daño ya estaba hecho.
De acuerdo con especialistas se cometieron errores: el retraso sobre el confinamiento en marzo es uno que habitualmente se menciona, incluso entre los propios asesores del gobierno.
Reino Unido, como la mayor parte de Europa, tampoco estaba preparado con sistemas de pruebas y de rastreo de contactos limitados.
La mayoría de las muertes en Reino Unido se han producido en dos oleadas: durante el agudo y repentino incremento en primavera seguido de un aumento lento y prolongado durante el otoño y el invierno.
Pero el envejecimiento de la población, las altas tasas de obesidad, el hecho de que Reino Unido sea un núcleo global y sus conexiones con Europa son factores que hacían difícil escapar una vez que el virus se asentara.
Se habla de factores que están fuera del control del gobierno.
Una de las razones por las que el virus pudo propagarse tan rápido fue la geografía y el hecho de que Reino Unido -y en particular Londres- es un eje de actividad mundial. Análisis genéticos han demostrado que para finales de marzo el virus se había introducido en Reino Unido en al menos 1.300 ocasiones diferentes, principalmente desde Francia, España e Italia.
Llegó antes de que se dieran cuenta. Eso no es algo con lo que tuvieron que lidiar Australia o Nueva Zelanda a semejante escala.
La densidad de la población también es un factor. Reino Unido se encuentra entre las grandes naciones más densamente pobladas del mundo. Es más, las ciudades británicas están más interconectadas que en otros lugares.
Eso quiere decir que el virus pudo implantarse por todas partes muy rápidamente. En contraste, Italia vio la mayoría de sus casos concentrados en el norte del país durante la primera ola.
Una creciente población mayor asimismo tiene que tenerse en cuenta.
La salud de la nación también es un factor. Reino Unido tiene una de las tasas de obesidad más altas del mundo. Y la obesidad incrementa el riesgo de hospitalización y muerte. Un estudio encontró que el riesgo de muerte es casi el doble en los que son severamente obesos.
Las condiciones como la diabetes y las enfermedades renales o respiratorias también aumentan el riesgo: una quinta parte de los certificados de defunción por covid-19 incluyen la diabetes.
Pero algunos argumentan que estos altos niveles de ciertas enfermedades están agravados por los altos niveles de desigualdad en Reino Unido.
Los índices de mala salud y expectativa de vida siempre han sido peores en las áreas más pobres, pero la pandemia parece haber exacerbado más esta diferencia.
Datos de la Oficina Nacional de Estadística de Reino Unido muestran que las tasas de mortalidad son el doble de altas en áreas desfavorecidas comparadas con áreas ricas. La Fundación de la Salud lleva a cabo su propia investigación del tema, argumentando que la tasa de mortalidad por covid-19 deber verse a través de la «lente» de la desigualdad para entenderla completamente.
Es algo que también aborda el profesor Michael Marmot, uno de los principales expertos del país en temas de desigualdad en la salud. «El deprimente récord de Reino Unido nos está diciendo algo importante respecto a nuestra sociedad».
Reino Unido fue uno de los países más afectados del mundo la pasada primavera. Pero es más difícil comparar las experiencias o resultados de otros países en la segunda ola pues la epidemia está siguiendo patrones diferentes en el mundo.
Países como Australia, sin duda, han tenido más éxito con primeras y segundas olas más leves.
Pero ese no es el caso de algunos países a los que les fue mejor que a Reino Unido la pasada primavera.
Estados Unidos nunca logró bajar la tasa de mortalidad durante el verano de la misma manera que lo hizo Reino Unido, y esa tasa está casi igualando a la británica.
Países como Alemania y Polonia, que tuvieron pocas muertes en la primera ola, ahora ven aumentos en el número total de muertes muy por encima de los niveles normales.
Y con esas cifras de muertes en aumento y las vacunas todavía en proceso de ser administradas, es demasiado pronto para empezar a hacer una tabla definitiva de los países que más han sido impactados en la segunda ola.
Pero la profesora Devi Sridhar, experta en salud pública de la Universidad de Edimburgo, es una de las que han sido crítica de la estrategia de Reino Unido desde el principio.
Dice que Reino Unido, como casi toda Europa, fue autocomplaciente con respecto a la amenaza de una enfermedad infecciosa, prefiriendo abordar el nuevo coronavirus «como una gripe» y permitiendo que se propagara.
Lo que ha puesto muchos a pensar es lo similares que han sido los errores a la hora de retrasar los confinamientos. «Tomará años descifrar por qué le ha ido tan mal a Reino Unido con la covid», comenta el experto de enfermedades infecciosas del University College de Londres, Neil Stone. «Pero el no haber aprendido de la primera ola va a ser destacado».
Muchos comparten esa opinión, aunque algunas lecciones sí se han aprendido.
La reducción de las muertes en las residencias de ancianos en la segunda ola, con más pruebas y mayor disponibilidad de equipos de protección personal, es un ejemplo.
Naturalmente, todo esto va a ser más fácil de evaluar con el paso del tiempo. En una reciente entrevista, el asesor científico Patrick Vallance dijo: «La lección es: empieza más temprano de lo que piensas hacerlo, hazlo con más ahínco de lo que piensas que es necesario y de forma más amplia de lo que te gustaría en términos de aplicar restricciones».
Frente a las cámaras, un apesadumbrado Boris Johnson, aseguró que el gobierno ha hecho todo lo que ha estado a su alcance y envió sus condolencias aquellos que han perdido a sus seres queridos. “Es difícil calcular el dolor contenido en esta sombría estadística…padres, madres, hermanos, hermanas y muchos abuelos que se han ido”, señaló en su conferencia televisada desde sus oficinas en Downing Street.
“Vamos a aprender la lección”, dijo Boris Johnson tras admitir que la pandemia es la segunda gran crisis después de la Segunda Guerra Mundial y asegurar que cuando se esté en camino a la recuperación Reino Unido aprenderá la lección para futuras pandemias. Por ahora, se ha convertido en la primera nación europea en superar la terrible cifra de 100 mil decesos por Covid, solo después de Estados Unidos, Brasil, India y México, quien el pasado lunes superó los 150 mil fallecidos.
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