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Morir en el campo

El 10 de febrero, un camión que transportaba jornaleros agrícolas entre los límites de Jalisco y Colima se volcó y murieron ocho trabajadores, entre ellos tres mujeres y tres niñas; cinco eran originarios de Guerrero, una de las regiones del país donde la gente emigra para evitar morir de hambre.

MÁRTIR DE CUILAPAN, GUERRERO.- Las cuerdas chillantes del violín hacen que la noche sea más triste de lo normal en San Totolcintla, mientras que las mujeres y hombres apurados tejen sus cintas de palma; frente al violinista yacen dos ataúdes, uno de color azul tenue y el otro de blanco. Son los cuerpos mortales de dos jornaleras que fallecieron en Jalisco, en un accidente automovilístico.

Al olor de copal y las flores ante el altar que la familia montó para despedir a Fresnia Juárez Domínguez y Diana Juárez Villegas lo acompañan las luces titilantes de las velas que dibuja un funeral de campesinas que murieron en los campos agrícolas, a donde fueron para no morir de hambre en este pueblo, donde la miseria se asoma todos los días.

Los papás, hermanos, cuñadas y cuñados se abrazan entre ellos para darse ánimo y no desmayar por el dolor que los acompaña desde el 10 de febrero, cuando se enteraron del accidente en que viajaban sus familiares.

“Mi hija salió temprano el viernes a las seis de la mañana al corte de tomate pero ya no regresó, nos avisaron que la camioneta que las trasladaban se accidentó, así que dejamos nuestros quehaceres y nos fuimos a preguntar qué fue lo que pasó con nuestra familia”, contó Isaac Juárez Carlos, papá de Diana.

El jornalero habló de su vivencia en Jalisco, donde trabajaba en el corte de caña, mientras su esposa e hija lo hacían en el corte de tomate por una paga de 15 pesos por arpilla: “en la jornada cuando mucho alcanzaban cortar cinco o siete arpilla”.

Mientras transcurre la plática, del interior de la casa sale el sonido del violín y guitarra que va formando en el oído el canto del más allá de los nahuas de Guerrero, su música fúnebre, mezclada con el canto religioso.

En la casa de la familia Juárez Villegas y Juárez Domínguez los vecinos van llegando con la ayuda, maíz y despensas, que son depositados ante el altar; de ahí lo toman las mujeres que apoyan en la cocina para preparar la cena y el almuerzo.

Los pobladores de esta comunidad hablan el náhuatl, lengua que aún conservan a pesar de la fuerte movilidad social hacia los campos agrícolas, a donde se van familias completas en temporadas de otoño-invierno para el corte de chile, tomate, caña, aguacate, angú, espárrago o zarzamora. Otras familias se van a las ciudades turísticas a ofrecer las artesanías que elaboran.

Las comunidades que se asientan en la ribera del río Balsas, en su mayoría son de jornaleros que se van por temporadas a los campos agrícolas de Morelos, Michoacán, Colima, Jalisco, Sinaloa y Baja California, toda la familia; también emigran a los Estados Unidos.

El peligro que enfrentan cada vez que salen de su pueblo ya se hizo costumbre: “nuestro panteón está lleno de paisanos que han muerto en los surcos de los campos agrícolas”, dice Melquiades García Ríos, comisariado de Bienes Comunales de San Juan Totolcintla.

La región Costa Sur de Jalisco es conocida porque ahí llegan los jornaleros que emigran de Guerrero y Oaxaca. En el accidente del 10 de febrero fallecieron dos hombres adultos, tres mujeres adultas y tres niñas, además de que el resto de tripulantes de la camioneta resultaron con lesiones de gravedad y fueron trasladados para recibir atención médica en hospitales de Autlán y Casimiro Castillo.

Familiares cuentan que la camioneta de redilas en la que viajaban alrededor de 25 jornaleros, iba a exceso de velocidad en la curva conocida como la Calera, en la carretera federal 80, en el municipio de Casimiro Castillo.

De los ocho jornaleros que murieron en el percance, cinco son de Guerrero, una adulta y niña de Totolcintla; una niña de Ahuetlixpa; y dos más de San Francisco Ozomatlán, en el municipio de Huitzuco. Después de un engorroso trámite en Autlán de Navarro, los cuerpos de Fresnia Juárez Domínguez y Diana Juárez Villegas fueron entregados a la familia para trasladarlo a sus lugares de origen donde salieron en noviembre del año pasado.

La carrosa que trasladó los cuerpos de las jornaleras llega a Totolcintla a eso de las dos de la tarde. Melquiades García me pone al tanto de los hechos ocurridos en Jalisco y habla de sus paisanos que emigran a los estados del Norte; entre su recuento cita la salida de cada viernes a Michoacán, Colima, Jalisco y Nayarit, donde se van las familias completas dejando así el pueblo y el río.

Un hombre robusto asoma a la conversación para agregar otro dato: “Totolcintla vive de la remesa que nos envían los paisanos que están en los Estados Unidos y los demás vivimos de los ahorros que juntamos cada vez que vamos de jornaleros; sabemos que en ese viaje corremos peligro porque no hay garantía ni del patrón ni del gobierno de Guerrero”.

Jesús Zúñiga Mendoza tercia la plática en la casa de los Juárez Villegas: “yo trabajé de mayordomo en Jalisco y la experiencia que viví ahí es de explotación, porque no hay día de descanso, el que se atreve hacerlo es despedido sin liquidación… Hay patrones que insultan a los trabajadores, es más los golpean pero nadie dice nada porque es lo que hay de trabajo”.

Agrega: “En los surcos encontramos menores de edad. Mira el ejemplo más claro son Fresnia y Evelin (las dos niñas guerrerense que murieron en el accidente de Jalisco). Los menores en los surcos no tienen derechos a la educación ni al seguro médico, ellos son los más vulnerable en los campos agrícolas”.

Nos encaminamos a Ahuetlixpa al funeral de la niña Evelin; con el ventarrón cálido que sopla en Totolcintla, abordamos la camioneta de Melquiades, en el asiento lleva una trompeta y una botella de mezcal. Además de ser el comisariado de Bienes Comunales, también es músico y agricultor.

Para llegar a Ahuetlixpa hay que pasar San Agustín Ostotipan, Tula del Río ante de llegar al puente Solidaridad que luce majestuoso, esta obra se construyó en la administración de Carlos Salinas de Gortari, cuando “la modernidad” llegó a Guerrero, con la apertura de la Autopista del Sol. De ahí hay que tomar el camino que va a San Francisco Ozomatlán, entre baches y zanjas, uno no puede evitar los golpeteos por tanto movimiento de la camioneta.

En esta zona es imposible vivir dignamente con la siembra del tlacolol. Aquí se sufre en silencio por el abandono de los hijos que huyen a los campos agrícolas antes de terminar la primaria porque si no lo hacen morirán de hambre. El acceso a la educación en estas comunidades es un lujo para las familias que viven en la frontera de la sobrevivencia. La comida y el empleo es algo que no se logra tan fácil en la ribera de río Balsas, si los papás quieren que a sus hijos no les falte alimento tienen que emigrar a otros estados para ser explotados.

Melquiades intenta descifrar la situación migratoria de su comunidad: “El problema no solo afecta a los adultos o padres de familia, sino que a niños, jóvenes, madres de familia y abuelos que se desplazan a los campos agrícolas para que menos le alcance comer frijoles y tortillas”.

Entre plática y plática, habla de sus pasos en Valle de San Quintín, Baja California, Sinaloa, Michoacán, Jalisco y Nayarit; también salen de sus recuerdos las tocadas con la música de viento en su comunidad.

Llegamos a Ahuetlixpa y en la casa de Evelin Domínguez Jiménez, alrededor una mesa alargada, niños y adultos comen unas mojarras fritas, mientras que en la cocina las mujeres apuradas echan las tortillas. A un costado de la casa los perros se pelean entre ellos, unos niños observan asombrados.

* * *

El viernes 10 de febrero, Evelin despertó muy temprano para desayunar mientras su mamá le preparaba la comida que llevaría al campo en su quinto día de jornalera, cortando tomate verde.

“Yo trabajaba en el corte cuando podía, mi hija me dijo que me quedara a cuidar a su hermana, ese día la dejé ir, sin pensar lo que iba a pasar… Ella terminó la primaria el año pasado y me la lleve allá, cuando supo que no me pagaron el apoyo de prospera me dijo que no me preocupara porque ella me iba a ayudar y mira lo que pasó”, cuenta Marcela Jiménez.

La mamá de Evelin viajó a Ahuetlixpa en julio pero que no le entregaron el apoyo para alimentación, educación y vestuario que da el gobierno federal cada bimestre. Marcela no recibió ni un apoyo del gobierno del estado ni federal a pesar de que dos días antes del accidente, el gobierno del estado aseguró, en un comunicado de prensa, que el secretario del Trabajo estatal, Oscar Rangel, entregó  apoyos económicos a Jornaleros Agrícolas que salieron a los campos agrícolas a Baja California al corte de uvas y jitomate.

“Con el atardecer me iré de aquí / Me iré sin ti me alejare de ti / Con un dolor dentro de mi / Te juro corazón que no es falta de amor / Pero es mejor así un día comprenderás / Que lo hice por tu bien que todo fue por ti…” se oye en la trompeta que los músicos tocan en el funeral de las jornaleras que se despiden de por última vez de Totolcintla.

Mientras la banda interpreta una y otra melodía, los vecinos van llegando para acompañar a los dolientes. Isaac Juárez cuenta su experiencia en Jalisco, él habla del salario y la cotidianidad: “Mi hija trabajaba en el corte de tomate verde, creo que ganaba a la semana como 600 pesos, mientras que nosotros en el corte de caña nos pagaban 700 pesos a la semana, allá es muy pesado”.

El jornalero habla de los gastos funerarios que recibió de la empresa Mentidero que apenas les alcanzó para llegar hasta Totolcintla, sin embargo el pasaje para 15 integrantes de la familia fue lo que retrasó el viaje. De la empresa cañera no recibieron un solo centavo, los patrones ofrecieron enviarle algo hasta el lunes pero no hablaron de indemnización ni de seguro de vida para las víctimas.

Lucero cuñada de Diana accede a platicar y reclama que el gobierno del estado los haya dejado en la orfandad.

“Nos sentimos abandonados, dejados en el olvido por el gobierno, nos fuimos porque en nuestro pueblo no hay trabajo ni apoyo para producir nuestra tierra, estando allá nos dejan solos a pesar del dolor que cargamos que se pueda esperar de un gobierno que no se preocupa por los pobres”, dice.

“¿Qué más podemos pedir a este gobierno? –agrega–, pues apoyo, para que los niños no se mueran en los campos agrícolas para que no haya más Fresnia o Evelin en los accidentes ante la falta de oportunidades en Guerrero, eso es lo que queremos seguridad, trabajo y alimentos en nuestra comunidades de origen”.

Antes de que se asome la luna atrás de los cerros que rodean Ahuetlixpa, Melquiades enciende su camioneta para el regreso a Totolcintla. Maneja en silencio, como queriendo perder en la soledad en el río que golpea con sus pequeñas olas las paredes de las piedras.

En el funeral, la banda sigue tocando para que nadie se duerma, por lo menos en esta noche: “El día que me vaya de esta vida / Por Dios que no voy a llevarme nada / La tierra cubrirá mi sepultura / Y el llanto de mi madre habrá de mojarla… / Me voy, me voy, me voy / Voy a emprender el viaje sin regreso / Me voy, me voy, me voy…”. (Texto: Kau Sirenio).

“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie”.

• Paralelo Veinte

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