La furia del pueblo Chino se expresó el pasado viernes 7 de febrero, tras el anuncio del fallecimiento del joven médico Li Wenliang, quien en días pasados había sido catalogado como héroe por tratar de advertir a sus colegas sobre la peligrosidad de un nuevo virus que acababa de detectar en siete pacientes, el cual identificó como algo parecido al síndrome respiratorio agudo y grave (SARS), pero que hoy todo el mundo ubica como el temido nuevo coronavirus. En aquel momento, el médico fue silenciado por la policía de su país y obligado a firmar una carta en la que se retractaba de su anterior afirmación so pena de ir a prisión por “alterar el orden”. En esos días que trató a esos pacientes sin la protección necesaria, Li Wenliang, contrajo el mortal virus que le causó la muerte el viernes a sus 34 años de edad.
Stephen McDonell, un corresponsal de la BBC, al emitir la información, dijo que era “difícil recordar un acontecimiento en los últimos años que haya despertado en China tanto dolor, rabia y desconfianza hacia el gobierno».
La trágica muerte del joven médico Li Wenliang, uno de los primeros en advertir sobre la aparición de un nuevo tipo de coronavirus y silenciado por las autoridades por ello, generó una respuesta abrumadora de la sociedad china, según reportó el periodista.
Su muerte fue confirmada el viernes por las autoridades sanitarias tras horas de confusión y desmentidos, y en medio de una reacción en redes sin precedentes en años: la noticia sobre su fallecimiento se convirtió en tendencia en internet con más de 1.500 millones de visualizaciones.
El oftalmólogo de 34 años se dio a conocer después de alertar a sus compañeros de profesión sobre varios casos registrados en su hospital, el Central de Wuhan -la ciudad en el epicentro de la epidemia-, de una neumonía parecida al síndrome respiratorio agudo y grave, otro mortífero coronavirus.
Li les aconsejó que se protegieran a través de un chat privado en Wechat (un híbrido entre WhatsApp y Facebook occidentales), en el que participaban otros 150 colegas, y su mensaje acabó en manos de las autoridades.
Tras una reunión con los gestores del hospital y la visita de la policía, el médico firmó un documento admitiendo su «error»: le acusaron de difundir rumores, que en China puede acarrear hasta siete años de prisión, y le instaron a frenar sus comentarios.
Lo que ocurrió después es noticia conocida a nivel mundial: China acabó confirmando un brote de un nuevo tipo de coronavirus que hasta el 7 de febrero había cobrado la vida de 637 personas y contagiado a 31.198 en el país.
Después de tratar a una mujer que también había resultado infectada, Li acabó contrayendo el nuevo coronavirus. Eran los primeros días del estallido de la epidemia y no portaba protección.
«No creo que él fuera alguien que difundiera rumores. ¿No ha quedado claro ya?», declaró su padre Li Shuying a la BBC tras su muerte. » Mi hijo era una persona maravillosa, que deja a una viuda embarazada y un hijo”.
Algunos de los principales medios del país asiático, controlados por el gobierno y vistos como altavoz de éste, confirmaron la muerte del joven doctor el jueves por la noche, pero posteriormente lo desmintieron, borrando sus publicaciones y citando un comunicado del hospital en el que se indicaba que el equipo médico estaba haciendo todo lo posible para reanimar a Li, en condición crítica.
Según pudo saber la BBC a través de periodistas y otras personas en el lugar, funcionarios del gobierno intervinieron cuando algunos medios publicaron el deceso y entonces fue cuando se cambió la versión.
Horas después, cuando el hospital finalmente confirmó su muerte en Weibo -similar al Twitter occidental-, las redes comenzaron a inundarse de manifestaciones de dolor… y rabia.
» El gobierno de Wuhan le debe una disculpa al doctor Li Wenliang » fue una de las mayores tendencias.
También apareció otro destacado reclamo, «queremos libertad de expresión», que increíblemente logró mantenerse en internet durante un tiempo.
La maquinaria de censura china acabó eliminando ambas peticiones. Si se buscaba en la mañana del viernes esos términos en la popular red social, cientos de miles de comentarios habían sido eliminados.
«Esta no es la muerte de un soplón. Es la muerte de un héroe», se podía leer en una de las publicaciones.
En respuesta a la intervención de los censores, los usuarios comenzaron a comentar bajo el hashtag «¿Puedes hacerlo? ¿Lo entiendes?», en referencia al documento que el médico tuvo que firmar cuando fue acusado por la policía de «alteración del orden social».
«Muchos ciudadanos están expresando su ira y tristeza por la muerte de Li, pero también sobre la forma en la que se reportó y la desconfianza en los medios, en las autoridades y las plataformas de redes sociales que derivan de todo ello», explicaba en el portal la sinóloga y editora jefe Manya Koetse.
«No lo dejaron vivir cuando estaba vivo, y no lo dejaron morir cuando estaba muerto», fue uno de los comentarios recopilados por Koetse.
Los esfuerzos para gestionar la epidemia han desvelado los «peores aspectos del sistema de mando y control» del gobernante Partido Comunista bajo el liderazgo de Xi Jinping, puntualizaba el corresponsal de la BBC en Pekín.
«Ahora, los censores van a intentar encontrar una manera de convencer a 1.400 millones de personas de que la muerte del médico Li Wenliang no es un ejemplo claro de la limitación de la capacidad del partido para manejar una emergencia, cuando la apertura puede salvar vidas y restringirla puede matar «, consideró.
Las quejas también saltaron a otros ámbitos, además de internet.
La organización Chinese Human Rights Defenders (CHRD) recogió una carta abierta a la policía de Wuhan por parte de lo que consideró «sectores inusuales»: egresados de la Universidad de Fudan en Shanghái, la Asociación Profesional de Médicos y de Profesionales del Sector Jurídico, en la que exigen responsabilidades por su actuación contra Li y otros que advirtieron al público.
La policía acabó pidiendo disculpas al joven médico tras conocerse la magnitud de la epidemia y el Tribunal Supremo del país también se pronunció sobre la actuación policial en Wuhan, considerando que no había sido correcta cuando reprendió a varias personas por sus comentarios sobre el virus, si bien no citó literalmente el caso de Li.
El liderazgo chino ya había enfrentado acusaciones por minimizar la gravedad del virus y al principio tratar de mantenerlo en secreto, y admitió las «carencias y deficiencias» en su respuesta a la crisis.
Mientras tanto, los homenajes al médico caído se acumulaban. En Wuhan, a las puertas del hospital en el que trabajaba, se levantó un pequeño altar con flores. El gobierno de la ciudad expresó sus condolencias y su pesar por su muerte, y alabó su labor «en primera línea» de la lucha contra la epidemia, en un escueto comunicado.
En internet, entre las muestras de respeto y alabanzas, otra frase acaparó muchos de los comentarios, sacada de una de las últimas entrevistas que ofreció el joven médico cuando estaba en cuidados intensivos.
«Una sociedad sana debería tener más de una voz», dijo Li en una entrevista con el portal chino Caixin el pasado 30 de enero.
Tras contar que no quería problemas con la policía y minimizar la importancia de sus acciones en tono humilde y cercano, el médico por entonces seguía mostrando esperanza y valor.
«Aún quiero ir a la primera línea [de la lucha contra la epidemia] cuando me recupere. La epidemia aún se está propagando. No quiero ser un desertor».
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