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Guadalajara y el tapatío un millón

La ciudad de Guadalajara cumple 475 años de su última y definitiva fundación, en medio de numerosas excavaciones que muestran sus venas al aire y exhiben el deterioro que enfrenta debido a una inadecuada planeación y los constantes caprichos de los gobernantes en turno.

Por la principal avenida Alcalde-16 de Septiembre, se abre paso por sus entrañas una tuneladora española bautizada –-terriblemente– como “La Tapatía” mientras cimbra y causa resquebrajamientos en los principales edificios históricos de la ciudad.

Obra perteneciente a la línea 3 del Tren Eléctrico Urbano, forma parte de otra historia singular para la ciudad, ya que una parte de los 21 kilómetros serán subterráneos pero el resto tramos elevados para dejar una nueva cicatriz a Guadalajara.

En medio de las obras, al alcalde se le ocurre convertir la avenida en una zona semi peatonal, mientras decenas de comerciantes ubicados en el centro histórico –incluido un popular bar–, tienen que cerrar sus negocios debido a las escasas ventas.

Mientras esto sucede y en un acto de humor negro involuntario, Enrique Alfaro Ramírez señala en el discurso oficial del homenaje que espera que Guadalajara recupere su grandeza, como el discurso de Donald Trump que prometió recuperar la grandeza de Estados Unidos.

La capital tapatía, orgullosa de sus tradiciones y la imagen heredada al país entero, sigue pese a todo y su clase política, embelesada en sus tortas ahogadas, su música y el futbol, mientras sus habitantes sortean el mal servicio del transporte público y los atorados intentos del gobierno por mejorarlo.

Testigos de un paso incierto, los planes a medias como los famosos Arcos del Milenio que no se concluyeron; Ciudad Creativa Digital que no despega; una solitaria y escasa línea de Macrobús; cuenta regresiva para sus calandrias que ahora serán eléctricas y un puente atirantado producto de un costoso capricho que sirve para producir videos de bandas musicales.

Los especialistas advierten del colapso de la infraestructura hidráulica para la ciudad, fuentes de abasto inciertas y redes de drenaje viejas y a punto del colapso, en tanto que brotan edificios de más de 12 pisos con permisos de construcción amañados de apenas cinco plantas.

En este remolino, tal vez el mejor ejemplo de este incierto caminar, son las penurias del tapatío un millón, Juan José Francisco, quien naciera el ocho de junio de 1964 y quien está a punto de cumplir 53 años. El nombre de Juan fue por el gobernador Gil Preciado; el de José por el cardenal Garibi Rivera y el de Francisco por el alcalde tapatío Medina Ascencio.

Fue premiado por la Cámara de Comercio con una beca hasta que concluyera la universidad, lo cual no fue necesaria ya que este tapatío abandonó la escuela y decidió seguir el oficio de cartero de su padre.

Ingresó al seminario pero no sintió el llamado de la vocación, fue operador del tren ligero, se marchó un tiempo de bracero a Estados Unidos y regresó a su trabajo como cartero y a la casa en la Colonia Atlas que le regalaron por haber nacido como el “niño un millón”.

Entre sus atribulados problemas, destaca cuando su hijo fue detenido y Juan José Francisco, el tapatío un millón, decidió pedir ayuda a través de Facebook a Laura Bozzo, la conductora peruana que se firmaba simplemente como “Laura de Todos”.

En sus primeros años, el joven sentía que estaba siendo vigilado por todo mundo y que esperaban mucho de él. Hasta que un día decidió sacudirse las miradas y sumirse en su propia vida con sus limitados alcances.

Desde entonces sólo se acordaban de él en los aniversarios de la ciudad… y ahora –-tal vez para su fortuna—ni siquiera en el 14 de febrero.

• Paralelo Veinte

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