Una semana después del sismo, no hay un registro oficial y público que informe sobre el número de víctimas mortales, rescatadas y de personas que aún siguen desaparecidas en la Ciudad de México. Es la sociedad civil la que ha comenzado a realizar registros colectivos. Esa falta de certeza lastima doblemente a las familias, que especulan si su pariente está vivo o muerto, y cómo murió.
M. es una mujer que desde la noche del 19 de septiembre vive en un campamento al pie de las ruinas de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma. Espera a su hermano, un joven contador que trabajaba en el cuarto piso de este edificio.
“Él es contador, bueno era contador, trabajaba desde hace un mes. Estamos desde el martes, el 1 y 2 no se hizo nada porque decían que había peligro de derrumbe, que tenían que forzar el edificio. Nos dieron largas”, relata, en un parque ubicado en las inmediaciones del inmueble colapsado, quejándose de la lentitud con la que ella considera se ha trabajado en el rescate.
M. no quiere que su nombre sea público y tampoco el de su hermano, pero Pie de Página tiene registro de su entrevista y sus datos. El nombre de su hermano está en los registros ciudadanos de personas aún desaparecidas. M. está cansada y quiere exponerse lo menos posible. A una semana del sismo, lo único que quiere es recuperar el cuerpo de su hermano y volver a casa con sus sobrinos para contarles lo que sucedió.
Este es el relato de la de lo que han sido estos días de espera, entre incertidumbre e información confusa de las autoridades:
“Los primeros días eran federales y los marinos. Después de que se alzó la voz y empezamos a pedir ayuda fueron israelitas, japoneses y topos, porque el primer día no los dejaban entrar. Nosotros pedimos hablar con alguien porque nos decían una cosa, nos decían otra. (Humberto) Morgan (funcionario del gobierno capitalino) fue siempre el interlocutor, después fue otro”.
“Salían a dar información y a dispersarnos. Nos decían ‘nosotros estamos ahí arriba hay gente viva’, nos emocionaban, nos llenaban de ilusión. Morgan salió con otra persona con una lista y dijeron ‘les vamos a dar los nombres de los familiares que aún están con vida’ y yo decía no, porque tú estás ahí y si no dan el nombre de tu señor vas a sentir que está muerto, pero sí salió el nombre de mi hermano. Yo me emocioné, lloraba de gusto y decían que les daban suero, comida, oxigeno. Después preguntábamos si seguían con vida y decían que las cámaras seguían registrando calor, pero que nunca se le ha dado alimento. ¿Por qué nos diste nombres, por qué dijiste que sí alimentaban? Y ellos decían ‘no, son nombres de los que están desaparecidos’ Estaban jugando con uno. Hicieron caso solo cuando sacamos pancartas. Nos impusimos, ya basta de tantas mentiras”.
“Jueves o viernes, no recuerdo, hablamos con un militar. Él me veía muy mal y me dijo: ‘vengo bajando de allá, venga señora, le voy a decir que estuve en la noche allá y hay dos cuerpos de lado de escaleras de emergencia’. Yo le creí, porque ni yo sabía dónde estaban las escaleras, porque no había planos, cuando él me dijo: ‘están del lado de atrás, hay dos cuerpos, uno no tiene mano, otro no tiene pie, están negros de descomposición, de hecho, van a bajar dos cuerpos’, yo le dije: ‘oiga no me diga eso, si yo no veo que entran ambulancias’. Y él dijo: ‘los van a sacar por patrullas yo tengo la orden de dejar pasar dos patrullas’”.
M. está en el campamento interno con otras 4 familias en espera de información de sus parientes; afuera hay otro campamento donde hay familiares del resto de las 40 personas que podrían estar bajo los escombros. Los rumores no dejan de correr en redes sociales y las autoridades no les dan información certera. La noche del lunes 25, por ejemplo, corrió el rumor de que habían sacado de los escombros a una de las víctimas con vida; pero se confirmó que se trataba de un rescatista que salió lastimado durante la búsqueda.
M. se queja de falta de información, de no respetar los acuerdos –como las horas de junta con autoridades-, de tapar el edificio para no permitirles ver las obras, de intentar separar a las familias.
“Nos hartamos de tantas mentiras, salían a dar informes para calmarnos, pero yo hubiera preferido la verdad, si está muerto ya dénmelo para darle cristiana sepultura. Ese es nuestro pesar, nuestro coraje, porque te dicen una cosa… yo tenía esperanza porque me decían está vivo. Mi mente viaja, no sé si se murió por asfixia o por la descomposición de los otros cuerpos. No pueden hacernos esto. Yo ahora le pido a dios que mi hermano se murió al instante, pero enterarme que estuvo con vida y murió lentamente, es lo peor que te pueden hacer. A lo mejor yo estaría en mi casa con mis sobrinos, pero esta incertidumbre es muy fea, ¿por qué juegan?”.
Desinformación y acoso
M. cuenta que las autoridades han intentado dispersar a las familias y alejarlas de los medios de comunicación. Dice que les pedían “ya no hacer caso a los medios de comunicación, que nos darían una zona exclusiva para que no nos molestaran porque decían puras mentiras”. Dice también que ella y su familia ha decidido levantar cargos contra las autoridades responsables del dolor provocado después de la tragedia.
Son varios los testimonios de estas familias que acusan a las autoridades de haber pedido no acudir a los medios de comunicación y no utilizar celular en las reuniones.
Daniela y Silvia Filomeno son primas de Noemí, de 21 años, quien permanece en el edificio, donde hacía su servicio social de contaduría en un despacho del cuarto piso. Ambas esperan información en las ruinas del edificio. Daniela Filomeno, cuya familia es de origen mazahua, acusa la desinformación de las autoridades, que se escudan en un supuesto protocolo para no decirles qué ha pasado con las víctimas.
“Le exigimos al gobierno que sea transparente, que no se preocupe por la sicología, nosotros estamos preparados. Queremos que nos den información”, dice. “Me siento frustrada de no sabemos quién es el responsable, qué están haciendo. No sabemos en qué piso van. Que los de la obra sean considerados con nuestro dolor, que nos informen qué están haciendo, cómo van los trabajos adentro. Anochece, amanece, anochece, amanece, los días van y no sabemos información y eso cae en desesperación”.
“Nuestra prioridad es la gente que está adentro atrapada”, dice Silvia. “Hemos escuchado comentarios de que hay personas sin vida adentro y sin embargo nomás lo arriman como si fuera cascajo, como si fuera basura. Nosotros queremos información de cuál ha sido el avance que llevan hasta el momento. Ya van a ser ocho días del sismo y pocos tenemos información”.
También denuncian que las familias han sido acosadas por policías que les toman fotografías. “Nos meten miedo al decirnos que tienen nuestros nombres, nuestras fotografías, que nos tranquilicemos. No nos dejan salir, nos marcan el brazo con el nombre de nuestro familiar para controlar”, dice Daniela Filomeno.
Ese acoso también lo sufrieron la mujer M. y su padre, el señor E., quienes este lunes dejaron entrar a un camarógrafo al campamento para grabar imágenes, lo acompañaron a la salida, y al volver al campamento, policías federales los señalaron y los acusaron de provocadores por meter cámaras a la zona de familias.
Sin protocolos para la entrega de cuerpos
La noche del domingo 24, las familias que mantienen un campamento afuera del edificio de Álvaro Obregón 286 hicieron una protesta para exigir información clara sobre el estado del rescate, las víctimas mortales y los sobrevivientes.
«¡Nos quieren hacer como a los de Ayotzinapa!», gritó una voz en la protesta de familiares. «Vivos o muertos, queremos sus cuerpos», rezaba la consigna improvisada.Los protocolos internacionales dejan claro que recuperar el cadáver es un derecho de las familias. Más urgente todavía parece en un país con cerca de 40 mil desaparecidos en diez años, en un México de incertidumbre.
“Se manifestaron para exigir información porque no está fluyendo, porque están expuestos a los rumores. La protesta sirvió para que llegaran autoridades, pero lo que aquí se ve, es que a medida que avanza el tiempo y la excavación, se empieza a cerrar el control del gobierno. Por otro lado, los familiares están decidiendo en la medida de sus posibilidades, con la información que les llega, que es confusa”, dice Ximena Antillón, especialista en atención a víctimas de Fundar, Centro de Análisis e Investigación.
De hecho, dice Antillón, fueron las organizaciones de derechos humanos las que consiguieron una carpa para agrupar a los familiares del edificio Álvaro Obregón y darles condiciones para descansar en un espacio menos expuesto, más privado para recibir información, tomar decisiones.
Por su parte, la brigadista Mariana Castilla explica que no hay un protocolo claro para la entrega de cuerpos, que algunos han sido entregados directamente a las familias en el campamento, pero que hay rumores de que otros han sido enviados al servicio forense sin avisarles.
Los cadáveres no causan epidemia
Organizaciones internacionales de derechos humanos han publicado varios protocolos o recomendaciones de atención a víctimas de desastres naturales.
La Cruz Roja advierte que la recuperación de cuerpos debe ser lo más pronta posible para reducir el daño sicológico a familiares y sobrevivientes. Señala que los cuerpos deben conservarse en bolsas especializadas, que los segmentos corporales deben tratarse como si fueran un cadáver completo, que los equipos de rescate no deben intentar cotejar las partes corporales encontradas en el sitio, que se debe anotar el sitio exacto y la fecha de cuando se encontró el cuerpo y que las pertenencias personales no deben ser retiradas de los cuerpos.
Para identificar, el documento sugiere asignar un número único de referencia, fotografía, registro y conservación en un sitio apropiado. Para la entrega, plantea que la identificación visual debe acompañarse de otra información como sus pertenencias, que sólo debe hacer la autoridad competente a familiares identificados. Los cuerpos que sean imposible de identificar visualmente se deben almacenar para investigación forense.
La Cruz Roja aclara que las víctimas de los desastres mueren a causa de heridas, por ahogamiento o quemaduras, no por enfermedades infecciosas. Es decir, los cadáveres no causan epidemias pues la mayoría de los organismos infecciosos no sobreviven más de 48 horas en un cadáver, a excepción del VIH que puede durar hasta 6 días.
“El riesgo para el público en general es insignificante puesto que generalmente no entra en contacto con los cadáveres. Existe el riesgo potencial (aunque hasta ahora no se ha documentado) de que las fuentes de agua para consumo humano se encuentren contaminadas con materia fecal de los cadáveres”.
Otro de ellos, la Guía y Metodología del Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate de la ONU refiere que por cada sitio de trabajo debe haber un reporte que incluya número de personas rescatadas y cuerpos recuperados. Que la información debe actualizarse continuamente acerca de víctimas, daños. La ONU recomienda que el sistema médico local se evalúe para determinar si tiene capacidad de atender la emergencia, para darle el apoyo necesario.
“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie”.